A grandes rasgos, lo que nos plantea Colomer es una crítica al modo de ver las cosas que tenemos.
Esos pensamientos arraigados que nos parecen normales, pero que somos
incapaces de justificar a una persona que esté fuera del entorno. De
cómo nuestros argumentos caen por su propio peso y que, por mucho que
digamos que aceptamos todos los puntos de vista, nos cuesta mucho dar
nuestro brazo a torcer cuando alguien nos propone lo totalmente opuesto.
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Durante mi lectura, me daba mucha rabia no poder sacar ratos suficientes para continuar. La historia me atrapaba de tal forma que necesitaba seguir con ella. Así
llegó el fin de semana y conseguí ver la luz. En menos de cuarenta y
ocho horas me ventilé las más de trescientas páginas que tenía por
delante. Conforme me acercaba al final una voz dentro de mi cabeza me
decía que frenase, que si la terminaba no podría seguir leyendo, que la
dosificase. Pero fui incapaz, necesitaba conocer cómo terminaba, y así
lo hice.
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